El viejo pacto recordaba el pecado. La obra de Cristo lo quitó. En lugar de sacrificios repetidos, Dios estableció un hombre, una ofrenda y un solo evento con eficacia eterna. Eso cambia cómo entiendes tus luchas y cómo sales de ellas.
La conciencia limpia, no la voluntad tensa
No se trata de intentar morir al pecado cada día. Se trata de considerar lo que ya ocurrió en Cristo. Si Él murió, tú moriste con Él al pecado y ahora vives para Dios. Esta conclusión renueva la mente y pacifica la conciencia.
Lo que realmente transforma
El remordimiento por sí solo no te cambia. La claridad del Evangelio sí. Fue la fiesta del Padre, no el corral de los cerdos, lo que transformó al hijo. La gracia educa tu corazón y reordena tus deseos.
Prácticas que acompañan la claridad
Medita en la obra consumada. Habla la verdad del Evangelio sobre tu vida. Relaciónate con Dios desde tu nueva naturaleza. Desde ahí, hábitos y pensamientos pierden su narrativa dominante.
Tu conciencia puede vivir en paz porque Cristo ya terminó la obra.
Siguiente lectura: Arrepentimiento y confesión sin culpa
